Redes sociales van, redes sociales vienen, les aumentan caracteres, les ponen fotos, videos más largos, historias más cortas, etc.
 
Todo aquél que esté en línea es sensible a producir o consumir contenido y puede engancharse al mismo rápidamente.
 
Los estatus, los tweets, los pines, las historias y los minutos o las horas que pasamos conectados en nuestro tiempo libre, poco a poco hacen que olvidemos cosas sencillas como:
 
Despertar y darle un beso a tu pareja o a tus hijos por la mañana. Evitando el instinto de revisar mails o contestar los mensajes de whatsapp que llegaron por la noche.
 
Rezar, meditar o platicar contigo mismo. En su defecto agradecer a la vida o contarle tus preocupaciones a un ser supremo o a un simple mortal.
 
Desayunar, comer o cenar de forma consciente, saborear los alimentos sin tener la pantalla de un dispositivo frente a ti y estar dando scroll sin parar.
 
Tener una conversación con otra persona, viéndola a los ojos e interactuandomostrando tus emociones y sentimientos sin emojis.
 
Ser pacientes, esperar en una sala, observar lo que hay alrededor y percibir todo a través de los sentidos.
 
Hacer llamadas para decir hola, tocar puertas para visitar a alguién y dar un buen abrazo o arreglar un mal entendido en persona.
 
Crear memorias y recordarlas con o sin fotografías, los filtros son lo de menos.
 
Para estar más presente puedes empezar por realizar una actividad completa, sin hacer caso de las notificaciones, por ejemplo, jugar con tu hijo o ver una película.
 
Encuentra o retoma algo que te guste mucho, puede ser la lectura, el ejercicio, disfrutar de una buena comida con amigos, y utiliza el tiempo que crees que no tienes para alimentar tu alma.