Cada día veo más fotos de gente en el gimnasio y de amigos mostrando medallas que se ganaron al recorrer los maratones más importantes del mundo. 
 
En mi feed no faltan los parados de cabeza en la playa, en una montaña o a lado de un glaciar.
 
Me parece increíble toda esta cultura al rededor del deporte, simplemente porque moverse es increíble.
 
El ejercicio es una de las mejores medicinas para la depresión, la ansiedad, el dolor de espalda, la recuperación de lesiones y para muchas cosas más.
 
En mi adolescencia odiaba los deportes. Definitivamente no era buena para el fútbol y mucho menos para el voleibol o el béisbol.
 
Formaba parte del grupo de los que supuestamente no teníamos coordinación, teníamos dos pies izquierdos, sobre peso, no corríamos rápido o no alcanzábamos a tocar nuestros pies. 
 
Creí eso por mucho pero mucho tiempo, hasta que me propuse intentar cosas que creía imposibles y sorpresa, la fuerza, equilibrio, velocidad y elasticidad es algo que se puede desarrollar.
 
Y la confianza también!. Esa es una de las principales razones por las que amo enseñar yoga a los más pequeños. 
 
Es una excelente actividad para conocer el cuerpo, desarrollar la creatividad y la imaginación de los niños.
 
Con la práctica constante el físico se fortalece, mejora muchísimo la flexibilidad y los avances son evidentes, para un chiquito (y su maestra) eso es algo muy emocionante.
 
Promueve la concentración y enfoque, los enseña a regular su respiración.
 
Es una forma de acercarlos al auto cuidado y ayudarlos a la relajación.
 
No es un deporte en equipo pero se crea una comunidad en la que se ayudan unos a otros y se divierten juntos.
 
El yoga para niños (y también para adultos) eleva la autoestima, cultiva el amor por el cuerpo y te da la oportunidad de disfrutar los beneficios de tener una vida activa.