Este post quiere evitarte dolores de cabeza, de estómago y de corazón y sugerirte que te alimentes a ti y a tu alma.
 
Sin fórmulas mágicas, sin proteínas súper costosas, sin elementos místicos, únicamente:
 
Empieza por lo básico. Para que nunca olvides comer e hidratarte ten una botella de agua y comida de verdad cerca, olvídate de los cerealitos de colores y de la comida ultra procesada.  
 
Comprométete cada semana a hacer el súper, comprar cosas frescas que te gusten, preparar algo rico y dejar todo a la mano para consumirlo en cualquier momento o bien, empacar todo para cuando vayas al trabajo o alguna clase.
 
Suena a que es mucho trabajo, pero piensa que a diario alimentas a tus hijos sin cuestionartehaz lo mismo por ti.
 
Haz pausas cada que lo necesites. Si tienes bebés asegúrate de que estén a cargo de alguien o ponlos en un lugar seguro como un corralito donde no se puedan pegar o machucar y que no tengan nada pequeño que puedan llevarse a la boca.
 
Ahora sí, detente y tómate cinco minutos para hablar de algo importante, escuchar la canción que te gusta, estirarte, lo que sea. Te prometo que tu casa no va a colapsar.
 
Otra pausa obligada es para ir al baño, ve y hazlo en total privacidad, en serio, es súper importante y no negociable, haz que el mundo se detenga si es necesario.
 
Se curiosa. Escucha un podcast que te interese y te haga reír, descarga un audio libroplatica con alguien, de esta forma estarás aprendiendo algo casi sin esfuerzo.
 
Diviértete. Haz cosas que te gusten más seguido y compártelas con tus hijos. Bailen en tu sala, hagan ejercicio juntos, tengan playdates con otros amigos y disfruten.
 
Confía. Repite el siguiente mantra: “Ser mamá no me limita, expande mis posibilidades”. Es cierto, ¿no crees?.
 
Ya por último, no pases por alto las cosas simples, esas suelen ser las más importantes, se cada día más práctica y no olvides cuidar de ti.