Un día como hoy pero de hace seis años me levanté muy apurada de la cama, había mojado mis pantalones, estaba en la semana 40 de mi embarazo, quizá ya iba a llegar el bebé.

Le hablé al doctor y le dije -creo que ya viene, y él inmediatamente preguntó -cómo cuánto líquido te salió?, yo respondí -lo suficiente para mojar la pijama.

Después de un largo -mmmmm, me dijo que me veía en su consultorio a las 8 de la mañana.

Me bañé y salí con mi esposo de la casa. Llegamos muy puntuales a la cita.

Me dieron mi bata y estaba lista para la revisión. La enfermera aún no llegaba, así que el doctor me tuvo que tomar la presión y pesarme.

Justo cuando iba a bajar de la báscula mi fuente se rompió sobre sus zapatos.

Yo estaba muy apenada, era una cantidad de agua impresionante, el doctor sólo se río, me dijo que era algo que le pasaba muy seguido.

-Nos vemos en cuatro horas en el hospital, ve a tu casa, ponte ropa cómoda y si tienes hambre come algo ligero.

Era en serio, por fin iba a conocer a mi bebé, qué emoción, mis manos sudaban más que nunca.

Ya íbamos de camino al hospital cuando recibí un mensaje, periférico estaba cerrado porque se había volteado una pipa de gasolina.

No teníamos ni idea de cómo íbamos a llegar hasta las lomas.

Saqué mi cuaderno y escribí con mi plumón sobre una hoja «parto en proceso», iba mostrándola por la ventana y todos nos abrían paso.

Por fin llegamos a Médica Sur. Me llevaron a mi habitación y me tomaron los signos.

Mi respiración se entrecortaba por los nervios, era hora de poner en práctica las posturas, las meditaciones y los masajes.

Me puse a cantar mantras y a repetir una y otra vez «acepta el dolor y déjalo ir», estaba funcionando!.

Virginia, mi maestra de yoga, tenía razón, las contracciones eran como las olas del mar, iban y venían, pero todo estaba en la respiración.

Me empecé a sentir tranquila, confiada y lista.

En cuanto mi esposo se disfrazó de doctor pasamos a la sala de expulsión. A lo lejos se escuchaba una mujer gritando ya ! sáquenme a esté bebé !.

Una vez dentro, el doctor me presentó a su asistente y al pediatra, me pidió que cuando viniera la contracción pujara.

Solo sonreí, voltee a ver a mi esposo como diciéndole hubiéramos ido al psicoprofiláctico y él me devolvió la mirada como diciendo sólo hazle caso al doctor.

Seguro vio mi cara de primeriza y por eso me explico cómo hacerlo -Inclínate como si hicieras una abdominal, ya está saliendo.

De verdad?, cómo era posible si no llevábamos ni cinco minutos. Aún no terminaba la canción de «el carnavalito» que sonaba de fondo.

Sí, ya nació ! dijo el pediatra y en ese momento me desconecté del mundo.

Me cuentan que Ale no respiró inmediatamente, que el doctor tuvo que hacer algunas maniobras.

Pocos minutos más tarde abrí los ojos, y como si nada hubiera pasado recibí a mi hijo, y nos quedamos juntos piel con piel.

Ahí conocí mi primer bebé, Ale y la felicidad como nunca antes.