Es verdad que los bebés crecen muy rápido, el mio ya tiene 18 meses. Cada día aprende y hace cosas totalmente nuevas, que como mamá te parecen asombrosas.
 
Para no perder ningún detalle Ale, empecé a llevar un diario de su primer año, anotaba cosas curiosas, como el día en que conoció los árboles, la primera vez que viajó en avión, el día en que probó helado y la primera vez que se enamoró de una niña, impresa en la caja de nuestras lámparas.

Además de esto, también anoté cada vez que se enfermaba, cuando sostuvo su cabecita, el día que gateo y aprendió a caminar, el órden en que dijo cada una de sus palabras o intento de palabras.

Empezando por el «po» (perro), papá, pepa (peppa pig), agua, babon (bastón), bye , ava (abuela), popo, sí, pan, pun (pelota), ten (tren), yiyon (león), uva, mmm (cuando saborea la comida), mu (vaca), hasta cuando dijo mamá, yacias (gracias), nana (rana), cane (carne), nana (nanny, su perrita), queta (quieta), up, down, dosh (dos), bo (abuelo), oh oh, uño (uno), ño (no), denana (de nada), tutul (turtle), tes (tres), ok, listo, dedo, Pepé (su bisabuelo), yo, uva, fesa (fresa), yoho (rojo), osho (oso), y su palabra más nueva … oya (hola).

En algún momento creí que está información sólo tenía valor sentimental, pero hace poco que Ale convulsionó, el neurólogo nos hizo muchísimas preguntas importantes sobre su desarrollo, que no hubiera recordado, de no ser por varios de los registros de éste diario, así que me alegro de haber escrito con frecuencia, sobre lo más importante para mí, mi hijo.